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En búsqueda de un espacio propicio para la improvisación.

Como actriz, siempre he considerado importantes aquellos motores de creación que nacen desde una parte completamente honesta y vulnerable. Empecé siendo una persona muy insegura y, al momento de vivir mi carrera como actriz, fui consciente del cómo esta timidez, duda y miedo al riesgo me bloqueaban en los procesos creativos. Siempre fui así, hasta que conocí la improvisación.

 

Con esta técnica he encontrado una base sólida de elementos que me forman no solo como improvisadora sino como actriz en general, ya que los aplico a cualquier forma de actuación. Tanto la práctica como la teoría de la técnica permiten generar en mí un lugar seguro al que puedo aferrarme en la escena, brindándome lo necesario para poder estar habitando el presente.

 

Si tuviera que hablar de un estado propicio para improvisar hablaría de diferentes pasos que se interceptan:

 

  1. Aceptar la persona que soy hoy

 

“Construimos nuestro mundo a través de las acciones,

de la percepción, el aprendizaje y las expectativas.”

-Stephen Nachmanovitch

 

Muchas veces se cree que, a la hora de improvisar, se debe ser increíble, sorprender o innovar en la escena con las ideas más extravagantes. Con el paso del tiempo he logrado entender que esas ideas que tanto nos cuestan ya están instauradas, aunque no se sienta de esta forma. Siempre está la mentalidad de querer ser genial, pero anhelar esto sólo conlleva al miedo al error, al bloqueo o a la búsqueda de una perfección que es claramente imposible. Todo lo que se debe saber a la hora de pasar a una escena ya está ahí, es cuestión de escucharlo y dejarlo salir de la forma más honesta posible. Keith Johnstone dice claramente en su libro La Improvisación y el Teatro: “Nuestro concepto de originalidad se basa en cosas ya existentes”.

 

Desde pequeños estamos adquiriendo información a partir de nuestros padres, el colegio, los amigos, las clases e incluso aquello que consumimos: televisión, música, internet, etc. Luego crecemos y adaptamos esa información dándole un punto de vista y haciéndolo parte de nosotros a partir de lo que somos hasta ese momento. Cada aprendizaje, cada conocimiento, cada experiencia, cada canción, cada sonido, cada olor, absolutamente todo lo que hemos vivenciado ya es un registro infinito de información que tarde o temprano se verá reflejado al momento de improvisar. Stephen Nachmanovitch se refiere a un concepto que denomina El río y dice que “el contenido, el material con que se trabaja, no puede enseñarse ni aprenderse. Simplemente está allí para que lo veamos, lo oigamos, lo sintamos, no con los cinco sentidos sino con alguna facultad que se parezca al intelleto*.”

 

 

La evolución del hombre es la respuesta para aceptar que ya todo está inventado y que lo que se haga en la escena no será algo salido de la nada, sino un recuerdo, memoria o impulso de un pasado. No hay que tenerle miedo a lo que consideramos obvio ni tampoco juzgar los pensamientos que aparecen en cierto momento. Por el contrario, esas cosas que nos resuenan, aquellas de las que salen de lo más profundo, quizás desde el inconsciente, son las que valen la pena abarcar en una escena, porque es aquello de lo que en ese momento queremos hablar.

 

Con esto, es importante entender que podemos ser seres versátiles, que están en constante cambio día a día y que las experiencias nos transforman. La forma en la que percibo las cosas el día de hoy no es la misma a cómo las percibía hace un mes, hace un año o hace diez años. La vida que hemos recorrido hasta ahora no se puede cambiar, pero el punto de vista hacia cada experiencia, sí. Es así como en la improvisación es importante ser consciente del cómo estoy hoy, porque eso será la base y las raíces de todo lo que sucederá después.

 

Incluso, puede no ser necesario el analizar de la manera más profunda ¿Quién soy hoy? Simplemente es algo que ya está ahí. Si estoy ya soy. Mis emociones, sensaciones y pensamientos están ahí, en el presente, en el hoy, dándome una disposición sobre lo que tengo para estar, ofrecer y transformar en la escena.

 

En el juego de decir una palabra arriba y otra abajo, en relación con las palabras del compañero anterior, ocurre que, cuando uno realmente da un punto de vista, la relación con las palabras es más personal. Por ejemplo, si dicen rojo y yo digo azul estoy asociando desde la superficie de la palabra, desde el primer nivel. En cambio, si me dicen rojo y yo respondo saco de lana porque mi abuelita me regaló uno, ya estoy dándole un punto de vista a la palabra desde mi propia experiencia, lo que hace que lo que digo sea más potente. Así pasa en todo lo que hacemos: le damos una perspectiva y punto de vista a partir de las experiencias de vida hasta el momento.

         2.  Abrazar el presente

 

“El hecho de que la improvisación se pierde en el aire nos hace apreciar que cada momento de la vida es único…

un beso, un atardecer, una danza, un chiste. Ninguno volverá a repetirse de la misma manera.

Cada uno sucede una sola vez en la historia del Universo.”

-Stephen Nachmanovitch

 

Ya sabiendo que en la improvisación trabajo desde lo que soy hoy, es importante entender que también se trata de estar aquí y ahora. Aunque muchos impulsos, ideas o memorias vengan del pasado, no nos podemos quedar ahí sino, al contrario, se debe traer a una forma de vivencia presente donde hay un motor claro de inspiración.

 

La improvisación actoral tiene la magia de que ocurre en el tiempo presente, no hay forma de borrar o corregir, lo que pasa es lo que está pasando y ya. A diferencia de otras formas de arte como la escritura, la pintura o el cine, la improvisación no da el permiso de volver atrás, releer o cambiar. La improvisación vive de instantes fugaces en los que se dice o se hace y después no hay más que el recuerdo. Lo que estaba ocurriendo en tiempo presente termina siendo instantáneamente el pasado.

 

Por esto el presente es tan importante. Se debe vivir de la manera más honesta y pura porque no hay otra forma de hacerlo. En esto, la improvisación es como la vida. Tal y como dice Stephen Nachmanovitch en su libro “Free Play”, al final del día todos somos improvisadores. Estamos obligados a vivir cada segundo de nuestra vida, improvisando a través del lenguaje, las acciones, los comportamientos y las reacciones de una forma inevitable. Podemos tener sueños a futuro o intuir cosas que van a pasar, pero no sabemos realmente que pasa y como lo afrontamos hasta que lo vivimos. La improvisación es como la vida, pero con una intensión, enfoque y conciencia diferente.

 

Los juegos como Big Buddy o el círculo de la energía me sirven mucho para sentir lo que es estar presente a un 100%. En estos juegos siempre hay que estar ahí, escuchando al otro y atento de todo lo que pasa porque, de no hacerlo, se pierde por completo la energía propia y la del grupo. Esta presencia “completa” es la que me gusta sentir en la escena y que normalmente siento. El estar atenta de todo lo que pasa, prevenida de cualquier cosa para poder reaccionar.

 

En una escena que hice a principios de semestre, recuerdo que nunca se desarrolló ningún conflicto en la historia. Éramos una compañera y yo hablando de abrir una caja y, durante la mayor parte de la escena, discutíamos sobre quién la iba a abrir y qué era lo que esta caja tenía. Aunque no hubo una “gran” historia, creo que fue claro que siempre las dos estuvimos presentes a un 100% en la historia, y eso hacía que, así no pasara nada, la escena no se cayera y generara expectativa de qué había en esa caja. Si uno está presente, comprometido con la escena y con el otro, siempre puede estar pasando algo, aunque parezca que no.

 

 

            3. Seguir los impulsos

 

“La improvisación es la intuición en acción, una forma

de descubrir la musa y aprender a responder a su llamado.”

-Stephen Nachmanovitch

 

Algo importante que tiene la improvisación es validar aquellos impulsos de los que muchas veces hacemos caso omiso en la vida cotidiana. Siempre me ha pasado que soy una persona muy mental, con necesidad de organizar el pensamiento en todo momento y con dependencia a una justificación clara al actuar o hablar. A través de la improvisación se han abierto caminos en los que la razón no es la prioridad, sino el seguir este impulso.

 

Desde un principio el juego ha sido una forma de canalizar esos impulsos para dejarlos salir. Con el juego hay un estado de presencia en el que no importa ganar o perder, simplemente estar ahí y divertirse. El juego da permiso al error y a celebrarlo, por esto se abren las puertas al riesgo, y ese miedo de juzgarse o ser juzgado queda a un lado para permitirse ser. De ahí también inicia la espontaneidad, donde se es desde la parte más honesta a través del impulso.

 

Así, el juego es una de las formas más honestas de abarcar el presente, porque lo importante no es el objetivo de ganar sino disfrutar el camino. A través del juego no solo se aprende a tomar riesgos o a vivir el impulso, también a perder el miedo al ridículo. Es normal juzgarse en momentos por las cosas que se piensan, se dicen o se hacen, sin embargo, en la improvisación seguir esos impulsos es la mayor inspiración de creación y la base de algo que surge y se transforma en la escena.

 

Me acuerdo mucho de una escena que hice con una compañera en la que las dos éramos amigas borrachas que estaban entusadas. El ejercicio consistía en avanzar y retroceder la escena cuando lo indicaran. En un momento, le dije a mi compañera: “Pongamos la canción Tusa”, sin embargo, el impulso de la canción fue tan grande que finalmente le dije: “La voy a cantar” y empecé a cantarla. Creo que fue un momento claro de no negar mis propios impulsos sin imponer algo de golpe o que afectara la escucha con mi compañera.

 

 

           4. Escuchar lo interior y lo exterior

 

Para mí, la clave de la improvisación está en la escucha. Gracias a ella las cosas logran avanzar, transformarse y terminar. No se trata sólo de escucharse a uno mismo, sino escuchar todo aquello que nos rodea: el otro, el espacio, el sonido, los objetos y cualquier estímulo que se reciba mientras se improvisa. Para esto, la clave es el famoso “Sí”. Cuando se está aprendiendo a improvisar una de las bases es implementar la aceptación tanto propia como en el otro, luego, este principio se traslada a la escena logrando una fluidez entre los actores.

 

Siempre he tenido ese dilema del imponer/escuchar y me cuestiono el cómo proponer sin negar al otro o sin darle prioridad a mi propia idea. Con el tiempo he entendido que esto también hace parte de la propia escucha. Creo que los impulsos son una base primordial de inspiración o de respuesta instantánea de algo que me produce el otro. Cuando respondo desde una parte honesta estoy escuchando y aceptando al otro, al igual que cuando respondo a una forma “coherente” y “lógica” ante sus palabras o acciones. Por el contrario, si el otro me dice algo y yo lo niego, o lo transformo para querer imponer mi idea no estoy escuchando.

 

Yo lo percibo como el principio de acción-reacción, es decir, reacciono ante aquello que me produce y me genera el otro. Así garantizo una verdadera escucha y una respuesta honesta. Esto no sólo lo aplico a la improvisación. Creo que, a pesar de estar actuando, reaccionar verdaderamente genera que haya una realidad y credibilidad hacia aquel que lo ve. Ese estar presente, viviendo la situación y escuchando todo lo que pasa en ella hará fluir la escena de una forma orgánica.

 

¿Qué me transmite el otro? ¿Cómo puedo inspirar al otro? Estas preguntas ayudan como motor de inspiración y también van relacionadas a la escucha. Cuando estoy pensando en el otro, en cómo puedo hacerlo sentir bien y cómo puedo hacerlo brillar, hay una intención de escucha muy clara. A la hora de escuchar es importante escucharme, escuchar al otro, escuchar lo que pasa, escuchar el espacio y poco a poco todo irá fluyendo de tal manera que parezca algo natural, no forzado.

 

El ejercicio de decirle algo a otra persona para que ésta lo reciba es un claro ejemplo de cómo inspirar al otro. Aunque es algo que está pasando en tiempo presente, al nombrar algo de la persona con la que se siente identificada puede generar algo más profundo en él/ella. En lo personal, este ejercicio me hizo confirmar que me cuesta mucho recibir cosas en la vida, especialmente cuando son buenas. Me genera una sensación muy incómoda, sin embargo, reacciono de la forma más honesta posible y esto hace que sea material de inspiración para empezar una escena.

 

 

               5. Aplicar la teoría

 

“Cuando uno entiende que cada sonido y cada postura implica un status,

entonces el mundo se percibe en forma bastante diferente,

y es probable que el cambio sea permanente.”

-Keith Johnstone

 

Además de la escucha, el impulso, la espontaneidad y el juego, en la improvisación encontramos otros términos como el status, el círculo de posibilidades y la plataforma. La teoría, para mí, juega un rol muy importante, porque es el camino para una comprensión de aquello que debe ocurrir en la escena.

 

El status lo relaciono plenamente con la vida. Hay situaciones en las que estamos “por encima” de alguien y otras en las que estamos “por debajo”. Sin embargo, en la escena pasa algo particular y es que normalmente siempre es más fácil abarcar un status en específico. De hecho, fue gracias a la escena que me di cuenta de que no solo se me facilitaba más el status alto en la escena, sino que en mi día a día lo habito mucho, cuando sentía que realmente habitaba el bajo.

 

Estas exploraciones de status potencializan y abren las posibilidades como actriz y en la escena. Cuando se está desarrollando una escena, a través de la escucha, se van entendiendo los roles del status y, a partir de ahí, se puede jugar con él: mantenerlo, cambiar por momentos, cambiarlo al final, o lucharlo. El status no solo genera juego en la escena, sino que incluso puede llegar a determinar factores del personaje como la personalidad, la cualidad de movimiento, la postura, la forma de hablar y expresarse, e incluso su objetivo.

 

Tengo muy claro un ejercicio que hicimos en clase en el que repetimos en parejas una misma escena con variaciones en el status: mantener status alto, mantener status bajo, iniciar en status alto y terminar en bajo y viceversa. Este ejercicio para mí fue un redescubrimiento de cómo el status cambia por completo la intención, la acción y la forma en la que se dicen las cosas. Aún siendo la misma escena, terminaba siendo algo completamente diferente. Mi personaje, por ejemplo, sacaba un libro de su maleta y lo metía en un locker. Al momento del status alto la acción de meter el libro era muy directa, mientras que en el status bajo la acción era insegura y lenta. Así mismo, la mirada en el status alto era más directa, incluso agresiva y retadora, porque la situación daba para eso. Al final, al hablar con mi compañera, llegamos a la conclusión de que eran dos amigas de colegio que se habían distanciado mucho tiempo por una de ellas que se fue sin decir adiós. Aunque la situación era la misma, los personajes sí cambiaban, y dependiendo del status se notaba quién estaba brava, quién estaba nerviosa y el cambiar el status le aún más vida a lo que cada personaje sentía hacia el otro.

 

En cuanto al círculo de posibilidades, es importante entender que, al momento de estar en la escena, desde el principio hay una búsqueda del PROL (personaje, relación, objetivo y lugar). Esto no es algo que viene previamente pensado, ni que se impone de manera directa en un diálogo contundente al otro; es algo que poco a poco se va encontrando a lo largo de la escena. Al tener un PROL claro, ya hay una plataforma, ese lugar seguro en el que nos podemos parar porque ya sabemos a qué jugamos.

A medida que se va planteando todo, es ideal ir cerrando el círculo de posibilidades, es decir, ir “centrando” la historia hasta que es casi evidente saber lo que sigue después. A veces esto no es tan fácil de identificar, en la improvisación las posibilidades son infinitas y las escenas pueden tomar cualquier rumbo. El reto del actor consiste en tener la capacidad de ir cerrando la idea en vez de abrir más posibilidades para encontrar un final claro.

 

En una clase hice una escena en la que A debía dar una frase ambigua y B debía plantear un personaje y un lugar. Al momento de ser B, simplemente entré a escena y le dije a mi compañera: “Hola Sofía, ¿me puedo sentar a tu lado?”. Sin decirlo, ya se entendía que éramos dos niñas que iban en la ruta del colegio y, más adelante, se entendió que mi personaje le hacía bullying a Sofía. Estos hechos no se plantearon desde el comienzo, sino que fueron surgiendo a través de la escucha entre mi compañera y yo y en la acción/reacción de cada una. Esto es lo que siento que pasa normalmente en la escena: el PROL no es algo que se impone, sino que se va encontrando en relación con el otro.

 

Una de mis clases favoritas de improvisación ha sido el día que hicimos dos filas y de a parejas teníamos poco tiempo para establecer un PROL. Este ejercicio me encantó porque fui consciente cada vez más de las miles posibilidades que hay a través de la búsqueda en la escena. Hay muchas formas de establecer los personajes y los lugares. Los pequeños detalles en las escenas cuentan y, así mismo, involucrar el tiempo y generar acción es sumamente importante para dar claridad del planteamiento. Por ejemplo, pequeñas cosas como “¿Quieres un vaso de agua?” o “llegué tarde porque vives muy lejos” ya plantean un lugar sin necesidad de decir necesariamente: estoy en la cocina o estoy en la casa de un amigo.

 

En este ejercicio hice una escena que me gustó mucho en la que una pareja de novios está peleada porque la novia descubre que le es infiel, pero están esperando a que lleguen los papás del novio. En ese momento ella le empieza a revisar el closet y encuentra una chaqueta de mujer que no es de ella. Sólo con ese código, de revisar el clóset, se entiende que están en su cuarto y, por mostrar la preocupación de que ya van a llegar sus papás y los van a ver peleando, se entiende que son novios. Así, se evidencia que en la escena cada detalle cuenta y a partir de ellos se va a generando una plataforma clara que va a permitir centrar cada vez más el círculo de posibilidades hasta llegar a un final contundente.  

 

 

               6. Soltar

 

En la actuación es importante para el actor poder soltar después de terminar una escena. En la improvisación ocurre muy seguido que, después de terminar, juzgamos lo que hicimos. Al no tener un guion o algo estructurado, cualquier cosa que digamos o hagamos proviene de nosotros mismos y de lo que está pasando en el entorno y con el otro. Por esto, al salir de una escena o de un juego de improvisación quedan resonando cosas en la cabeza del ¿por qué dije eso? o ¿por qué hice eso? y se empiezan a generar bloqueos inconscientes del no querer volver a pasar en la escena.

 

Es importante soltar. La improvisación da ese permiso de equivocarse y de celebrar el error. Si en algún momento se siente que algo no estuvo bien lo ideal es ser consciente de esto, pero luego dejarlo ir y seguir.

 

              7. Integrar todo lo anterior

 

“Todo papel brinda al actor la oportunidad de improvisar, de colaborar

y de cocrear con el actor, el director y el público”

-Michael Chéjov.

 

Los seis pasos anteriores son todo aquello que se intercepta para generar en mí un estado propicio para improvisar. Aunque parecen ser muchas cosas, llegan momentos en los que parece que ya todo está integrado y las cosas simplemente ocurren. La improvisación me cambió toda la percepción sobre la actuación y potencializó mi seguridad y creatividad en la escena. Siempre hay algo más que aprender, más cosas que explorar, más personajes que abarcar, pero creo que es una técnica que permite seguir creciendo a partir de la práctica y del error. Así mismo, creo que es una técnica muy humana, que me ha permitido ser una actriz más sensible y vulnerable respecto a mí misma y al otro. Aunque aún me cuesta mucho abrirme y llegar a emociones muy profundas, he encontrado en la improvisación una forma de abarcar la actuación desde lo que soy y desde una parte verdadera de mí, sin necesariamente ser yo. Estos diferentes pasos no son una receta ni una clave a seguir para ser un buen improvisador, sin embargo, es todo aquello que evidencio en mí que me invita a abarcar un estado propicio en la escena y que abre nuevos cambios de investigación y profundización. Después de reunir toda esta información, ahora me pregunto ¿Cómo todos estos elementos generan un estado consciente de creación tanto en la improvisación como fuera de ella?

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

  • Johnstone, K (1990) Improvisación y el Teatro. Santiago de Chile: Cuatro Vientos.

  • Nachmanovitch, S (2007) Free Play: La improvisación en la vida y el arte. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidos.

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